jueves, 10 de noviembre de 2016

Bajo la luz de la lámpara

Caminaba una noche tranquilo, solitario. Meditaba brevemente sobre los caminos que la vida estaba preparando para mí actualmente. Todo esto era tan repentino, me había tomado con la guardia baja, ¿Cómo iba yo a saberlo?
Poco a poco, con las manos en los bolsillos de mi jaquet de cuero, sentía como el frío corría por mi cuerpo, mi aliento se manifestaba en pequeñas nubes que salían de mi boca, entonces, decidí detenerme bajo una lámpara que se encontraba alumbrando solitaria, y encendí un cigarrillo. Nadie. No había nadie. Estaba solo. El cigarrillo y yo.
Sentía cómo iba apagando el alma efímera de este, que se iba con cada aspirada que yo le daba, y a cambio de esto, él se llevaba también parte de mi vida. Todo seguía solitario, todos dormían. Estaba acostumbrado a esto, a la soledad. Más de lo que quisiera en realidad.
Poco a poco, al final de la calle, comencé a divisar un bulto extraño, se acercaba lentamente hacia mí, como una mancha blanca en la oscuridad. Cuando se encontraba a una distancia prudente, la vi: Una mujer, de blanco vestido, con un elegante andar y una hermosura tremenda. Venía tarareando Korobeiniki, mientras me miraba de manera intrigante.
Sus grandes y oscuros ojos se posaron en mi rosto, no pude evitar sentir un pequeño escalofrío cuando ella, bajo la luz de esa lámpara en la que ahora estábamos los dos, se posó frente a mí.
¿Qué quería? ¿Cómo iba yo a saberlo? Tan solo estaba allí, mirándome y sonreía mientras seguía tarareando. Luego de unos segundos así (que para mí fueron horas, absorto en su belleza), y mientras el cigarrillo continuaba consumiéndose a sí mismo, pues hace rato había yo dejado de aspirar su maligno humo; ella habló, solo dijo dos palabras en una angelical voz: “Te quiero”.

Luego de esto me dio la espalda y, ¡Sorpresa y terror los míos! ¡Tenía esta bañada en sangre! Volvió su rostro con la misma angelical sonrisa y la lámpara donde estábamos se apagó un segundo. Al volver la luz, estaba solo nuevamente.   

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